Cuando miramos a nuestro alrededor, observamos que existen diferentes corrientes del Cristianismo y de iglesias. Usted podría haberse preguntado: «¿Por qué?» No es sólo por factores históricos, en el fondo es porque hay diferentes respuestas a la pregunta sobre la autoridad. ¿Qué es lo que Dios requiere de todas las iglesias y de los cristianos? ¿Qué tiene la autoridad de Dios en oposición a la autoridad de los meros seres humanos?
Por supuesto, esta es una gran pregunta, pero vamos a explorarla de la manera más directa que podamos. La Biblia nos dice específicamente que seremos capaces de discernir cuál es la buena voluntad de Dios, aceptable y perfecta (Romanos 12:2). Algo tiene autoridad divina si es ordenado por alguna ley de Dios o algo que es equivalente a una ley divina. Algunos de los ministros londinenses en tiempos de la Asamblea de Westminster elaboraron un libro (Jus Divinum, o El Derecho Divino del Gobierno de la Iglesia) en el que se aborda esta pregunta. El siguiente es un resumen actualizado de varios capítulos de aquel libro. Hay cinco niveles diferentes de autoridad divina; que van desde un nivel inferior hasta el nivel más alto.
1. El Conocimiento Natural
Antes de la Caída, el conocimiento natural que poseía el hombre era perfecto en correspondencia con la ley divina de la imagen de Dios en su interior (Génesis 1:26-27). Incluso después de la Caída con los efectos del pecado en nuestra naturaleza, tenemos un sentido natural en nuestra conciencia y entendimiento con respecto a lo que Dios quiere. Él ha puesto ese conocimiento allí o es evidente por lo que Él ha creado a nuestro alrededor. Los cielos cuentan la gloria de Dios (Salmo 19:1-2). La comida y el clima declaran la bondad y la sabiduría de Dios (Hechos 14:17). Pablo les deja claro a los atenienses que Dios se les ha dado a conocer (Hechos 17:27-28). Pablo habla de cómo esta revelación de la «Divinidad invisible» de Dios y Sus atributos deja a la gente «sin excusa» (Romanos 1:18-21). Ellos «conocían a Dios» pero no actuaron de acuerdo con este conocimiento. La ley también fue escrita en sus corazones en cierta medida (Romanos 2:12, 14-15). A veces, Pablo incluso hace un llamado a lo que la naturaleza nos enseña cuando le habla a los cristianos (1 Corintios 5:1; 11:13-15; 14: 7-11, 34-35). Al inspirar las Escrituras, el Espíritu Santo por lo tanto condena o elogia ciertas cosas en relación con el conocimiento natural. Todo lo que contradice el conocimiento natural en cuestiones de religión está condenado por la autoridad divina y viceversa.
2. Los Ejemplos en la Biblia
Hay ejemplos obligatorios en la Escritura que el pueblo de Dios debe seguir e imitar. El Espíritu Santo ha registrado y confirmado tales ejemplos para que los creyentes los imiten. Estos son más claros y específicos que el conocimiento natural. Hay muchos ejemplos en la Escritura que no estamos obligados a imitar. Se registran en ella con otro propósito. Podemos concluir que Cristo hace lo que sea para comunicarse con Su Iglesia y con los demás a través de ejemplos bíblicos de carácter obligatorio.
La humildad de Cristo al lavar los pies de los discípulos es confirmada intencionalmente como un ejemplo obligatorio. Nos obliga tanto a los discípulos como a nosotros a hacer el más mínimo servicio los unos a los otros con amor y humildad (Juan 13:4 y siguientes, 13-15). El sufrimiento de Cristo de manera inocente y paciente es un ejemplo a imitar por todos los cristianos (1 Pedro 2:21-23). Los cristianos deben ser generosos como lo fue Cristo, incluso si eso los hace más pobres (2 Corintios 8:9). También hay otras maneras en las que seguimos a Cristo (Efesios 5:1-2; 4:32; 1 Juan 2:6).
Los buenos ejemplos de los demás están para que los imitemos (1 Corintios 10:11; 1 Tesalonicenses 2:14; Hebreos 6:12; 13:7; Santiago 5:10). El libro de los Hechos, por ejemplo, es todo un libro de ejemplos para guiarnos con respecto a la Iglesia. Con frecuencia se dice que los apóstoles son aquellos a quienes debemos imitar (1 Tesalonicenses 1:6-7; 1 Corintios 4:6-7; 11:1; Filipenses 4:9). Ciertos ejemplos están claramente mandados (3 Juan 11). Estos mandamientos demuestran claramente que muchos ejemplos en la Biblia son obligatorios para que los imitemos. Cuando Dios condena o elogia algo, es virtualmente lo mismo que prohibirlo o exigirlo.
Tenemos que pensar en lo que es esencial para la acción y cuáles son las circunstancias que la rodean. Tenemos que ver lo que era único y lo que es de naturaleza moral y permanente. En general podemos decir que si el ejemplo de los que son piadosos y aprobados en la Escritura no va en contra de los principios y mandamientos de ella, deberíamos imitarlo. Aquí hay algunos principios para guiarnos: (a) si un ejemplo es mandado o aprobado, debemos imitarlo; (b) si un ejemplo es de naturaleza moral debemos imitarlo; (c) si se dice que un ejemplo es un patrón para nosotros o es la práctica común en las Escrituras, debemos imitarlo; (d) si un ejemplo es hecho por alguien en su calidad de creyente (como el oponerse a cumplir una función en particular) debemos imitarlo; y (e) si un ejemplo está relacionado con los dones y llamados extraordinarios, solo debemos imitarlos si tenemos los mismos dones y llamados extraordinarios.
3. La Aprobación de Dios
Cuando Dios aprueba algo equivale a que Él lo mande. Dios no puede aprobar algo que está en contra de Su voluntad. Y viceversa, Él prohíbe las cosas al desaprobarlas, mostrando que son contrarias a Su voluntad e ilícitas. Dios aprueba o prohíbe ciertas cosas de diferentes maneras:
(a) Elogiando o Condenando. Dios elogió a Josías por su celo en la Reforma (2 Reyes 23:25). El ángel de la Iglesia de Éfeso es elogiado por no tolerar a los malos y por odiar las obras de los nicolaítas (Apocalipsis 2:2-6). Cristo aprobó al ángel de la Iglesia en Pérgamo por no negar la fe ante el peligro y la persecución (Apocalipsis 2:13). Eso se convierte en una norma para todos los pastores e iglesias. Lo que Dios elogia es lo que Dios manda. Estas mismas iglesias también (junto otras) son reprobadas por sus fallas (Apocalipsis 2:4, 14-15, 20; 3:15). La Iglesia de Corinto es condenada por su división y desorden (1 Corintios 11:17).
(b) Prometiendo o Advirtiendo. Cristo hace promesas a Su pueblo (Marcos 10:29-30; Mateo 16:19; 18-18-20; 20:23; 28:18-20 y Juan 20:23). También advierte y amenaza a Su pueblo por dejar su primer amor, tolerar la falsa enseñanza y por la tibieza (Apocalipsis 2:4-5, 14-15, 20-23; 3:15-16). Todo esto nos enseña qué hacer y qué evitar.
(c) Recompensando o Castigando. Dios recompensa la fidelidad (Éxodo 1:17-21; 1 Timoteo 5:17). Él castiga la desobediencia (1 Samuel 13:12-14; 2 Samuel 6:6-7; 2 Crónicas 26:16). Los corintios fueron castigados por abusar de la Cena del Señor, como una advertencia divina a todas las iglesias en el futuro para que evitaran participar de la comunión indignamente (1 Corintios 11:29-30).
4. Las Acciones de Dios.
Todo lo que Dios ha hecho en Su Iglesia o para esta, es de autoridad divina. Por ejemplo, Dios descansó el séptimo día, lo santificó y lo bendijo (Génesis 2:2-3). Esa acción se considera significativa para instituir el Sabbath (Día de Reposo). El Día del Señor bajo el Nuevo Testamento fue instituido por Cristo (cambiando el séptimo día al primer día). Cristo resucitó el primer día de la semana. Él se apareció a los discípulos ese día y envió al Espíritu Santo ese día. Estas acciones (junto con las prácticas de los apóstoles: Hechos 20:7; 1 Corintios 16:1-2) tienen autoridad para apartar ese día. Del mismo modo, toda la ley ceremonial se cumplió con la muerte de Cristo cuando Él clamó: «Consumado es» (Juan 19:30; Colosenses 2:14; Efesios 2:14-15).
5. Los Mandatos de Dios
Todo lo que Dios manda o prohíbe en Su Palabra es un deber o un pecado. Podemos dividir estos mandatos en explícitos e implícitos.
(a) Explícitos
Algunos de estos son obvios, como los Diez Mandamientos o los mandamientos de Cristo (por ejemplo, Mateo 28:19; 1 Corintios 11:23-24). Los mandatos que Dios da a través de los apóstoles inspirados también son de autoridad (1 Corintios 7:12, 25, 40; 14:37). Todo lo que explícitamente es mandado por Dios en términos claros y evidentes es de autoridad divina sin controversia alguna. Pero tenemos que considerar la naturaleza de la cosa mandada y el propósito del Señor al mandarla. Algunos mandatos son morales y permanentes, por ejemplo, honrar a padre y madre. Otros mandatos son temporales, como la leyes ceremoniales y civiles para Israel bajo el Antiguo Testamento. Del mismo modo, hay cosas mandadas que tienen una relevancia temporal especial, pero que aún pueden ser vinculantes para nosotros en cuanto a su principio. En Hechos 15 se les prohíbe a los gentiles hacer tropezar a otros creyentes que eran judíos con respecto a ciertas prácticas. Puede que algunos aspectos hayan sido temporales, pero el principio de no hacer tropezar a los demás ciertamente permanece. Otros son únicos en situaciones particulares, como aquel donde los israelitas «pidieron» oro a los egipcios (Éxodo 11:2).
(b) Implícitos
Incluso los Diez Mandamientos implican más que las palabras en sí mismas. Los mandamientos que prohíben el pecado también nos exigen que hagamos los deberes opuestos (al pecado) y viceversa. Cristo explica el sexto mandamiento de esta manera (Mateo 5:21-26, 43-44). No solo las acciones externas están prohibidas, sino también las acciones internas (Mateo 5:21-22). Lo mismo es cierto en relación con el adulterio, las miradas y los pensamientos lujuriosos están prohibidos (Mateo 5:27-30). Todo lo implicito en un mandamiento tiene autoridad divina.
Los mandatos implícitos también incluyen las muchas cosas que se deducen claramente de los mandatos explícitos. ¿Tienen los ministros un mandamiento explícito para bautizar? No, pero se deduce del mandato a los apóstoles y la promesa de que Cristo estará con ellos siempre hasta el fin del mundo (Mateo 28:19-20). Así que debemos extraer las consecuencias lógicas de lo que se manda en las Escrituras. Nadie nos puede decir que sólo porque no tengamos ejemplos o mandatos para que las mujeres reciban la Cena del Señor ellas no puedan hacerlo. Se deduce del ejemplo de familias enteras que participan en la Pascua (Éxodo 12:3-4, 14) y del hecho de que el hombre y la mujer son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28). Pablo prueba que los ministros deben tener apoyo financiero a partir del mandamiento concerniente al buey que trilla el maíz y al sostenimiento de los sacerdotes (1 Corintios 9:9-14; 1 Timoteo 5:17-18).
Conclusión
Este resumen sobre cómo establecer lo que Dios manda nos da las herramientas que necesitamos. La voluntad completa de Dios con respecto a todas las cosas que son necesarias para Su propia gloria y para nuestra salvación, fe y vida, está explícitamente declarada en la Biblia o puede extraerse de ella de manera válida. Hay diferencias en su aplicación. La Biblia nos limita a extraer nuestra doctrina y adoración únicamente partiendo de sí misma. Si no está mandado, está prohibido. Por otro lado, hay muchos mandamientos y principios en la Biblia que nos enseñan la voluntad de Dios para nuestras vidas y que deben aplicarse al detalle en la vida cotidiana. Por su propia naturaleza estos son mucho más amplios y requieren mucha sabiduría.
No debemos ser insensatos o imprudentes, «sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor» (Efesios 5:17). Tenemos una tendencia natural a no querer hacer el arduo trabajo de buscar la voluntad de Dios en las Escrituras. También tenemos una tendencia pecaminosa a querer limitar la autoridad de Dios en nuestras vidas y actividades, incluso en la vida de la Iglesia. La realidad es que somos capaces de experimentar la libertad cuando procuramos los mandamientos de Dios (Salmo 119:145).