La búsqueda de la felicidad y la ciencia de la felicidad tienen una influencia cada vez mayor. El científico especializado en comportamiento Paul Dolan llegó a los titulares con declaraciones controversiales sobre si la familia y la felicidad van de la mano. Él define y mide la felicidad en términos de «experiencias de placer y propósito con el paso del tiempo». Dice que éste es «el árbitro final de la rectitud en lo que haces» y no «los juicios morales basados en ideas mal concebidas sobre lo que está bien y lo que está mal». Esto no nos sorprende, ya que en un mundo caído, a menudo el sentirse bien está divorciado de hacer el bien. La tentación busca maximizar «los deleites del pecado» los cuales son sólo «temporales» (Hebreos 11:25). Pero la verdadera felicidad es tanto objetiva como moral porque está centrada en Dios. Por eso es tan difícil de hallar; la buscamos en el lugar equivocado y de la manera equivocada.
Todo el mundo busca la felicidad. Pero la felicidad verdadera y objetiva sólo puede encontrarse en Dios, no en el placer subjetivo divorciado de Dios. Nuestro propósito de vida es glorificar a Dios en todas las cosas y Él también debe ser nuestro mayor disfrute. Los antiguos escritores reflexionaron mucho sobre este tema. Thomas Watson dice: «No son todos los bienes los que bendicen al hombre, sino que debe ser el bien supremo, y ése es Dios». William Ames también resume muy bien la naturaleza objetiva y moral de la felicidad. «Lo primero y último en lo que debemos esforzarnos no es en alcanzar la felicidad, la cual tiene que ver con nuestro propio placer, sino en alcanzar la benignidad, la cual busca la gloria de Dios».
Esto es obvio cuando consideramos las enseñanzas del Señor Jesucristo. En las Bienaventuranzas de Mateo 5, Él declara muchas condiciones para ser feliz que no están conectadas con el tipo de placer y propósito que la mayoría de la gente busca. Esas 8 reglas de la felicidad van totalmente en contra de la corriente. En Juan 13:15-17, Cristo está explicando el ejemplo que Él ha dado al lavar los pies de los discípulos. Les enseña acerca de la verdadera humildad y amor al servirse los unos a los otros. La muy concisa promesa contenida en Juan 13:17 hace que la obediencia sea fundamental para la verdadera felicidad. Él deja claro que no se contenta con un mero conocimiento especulativo sobre la obediencia humilde. Es necesario que nosotros sepamos «estas cosas» o que estemos suficientemente al tanto de nuestro deber con respecto a ellas. Pero sólo seremos «bienaventurados» y felices si «las hacemos». La verdadera felicidad es difícil de hallar porque la buscamos de manera equivocada. Humillarnos y poner en práctica lo que sabemos es difícil. George Hutcheson describe las implicaciones de Juan 13:17 en el siguiente extracto actualizado.
1. La Ignorancia No es Felicidad
Cristo no aprueba la ignorancia ciega en Su pueblo, cualquiera que sea su práctica o vida. Él les exige a ellos que basen su práctica sobre un conocimiento sano y sólido acerca de Su voluntad. Jesús requiere que ellos conozcan estas cosas, y luego las pongan en práctica. La gente puede seguir siendo muy lenta para entender aun cuando se haya hecho un gran esfuerzo por transmitir el conocimiento de nuestros deberes. Esto puede ser a causa de la debilidad, el descuido o por la influencia de la inclinación pecaminosa y la mentalidad terrenal.
El énfasis de Cristo en «si» sabéis estas cosas, presupone que el conocimiento debe ir antes que la práctica. Pero también puede implicar alguna duda en cuanto a si eran capaces de entender esta enseñanza. Estaban tan entusiasmados con los sueños terrenales del reino del Mesías que no podían entender las claras predicciones de Sus sufrimientos (Lucas 18:31-34). No sería de extrañar que la rivalidad pecaminosa entre ellos también les ocultase esta enseñanza (sobre la humildad y el servicio mutuo).
2. El Conocimiento por Sí Solo No Conduce a la Felicidad
El Señor no aprueba a los que se contentan con el mero conocimiento y la especulación en asuntos de religión. La voluntad de Dios es que cuando conozcamos nuestro deber, lo pongamos en práctica. Nuestra práctica entonces demuestra la sinceridad y solidez de nuestro conocimiento. Si sabemos estas cosas y las hacemos, entonces probaremos que realmente las conocemos (ver Santiago 1:22-25).
En particular, el Señor nos exige que pongamos en práctica la humildad. Esta es la prueba de si somos genuinos. No es el mero conocimiento que tenemos acerca de esta enseñanza, aunque pueda resultar interesante contemplarla. La prueba es cómo la ponemos en práctica en situaciones particularmente demandantes. Esto se debe a que es más desagradable tratar de hacerlo que simplemente contemplar la verdad. Cristo requiere que la práctica siga al conocimiento en este asunto en particular.
Esta enseñanza sobre la humildad y el mutuo acuerdo [entre el conocimiento y la práctica] es muy amplia. Contiene en sí misma muchos deberes, los cuales son requeridos en una variedad de situaciones y circunstancias demandantes.Por eso, Cristo habla acerca de lo que entendemos por lavarnos los pies los unos a los otros (Juan 13:14) como cosas (en plural). Debemos saber estas cosas, y hacerlas.
3. La Obediencia y la Humildad contienen Felicidad.
Aunque nuestra obediencia y práctica no merecen nada, no obstante contiene una bendición en sí misma. Es el camino hacia una bendición tan rica, que compensa todas las pérdidas y desventajas. Es un aliciente de Cristo, nos alegramos si hacemos estas cosas.
Aunque el humilde que se conforma con servir a los demás pueda parecer que pierde mucho en este mundo al hacerlo, la bendición le compensa cualquier pérdida. Lograr la humildad en la práctica es una bendición en sí misma. Hallamos refugio durante muchas tormentas y descontentos que arrasarían a los demás. Se nos ha dicho que seremos felices si hacemos estas cosas.
4. La Falta de Obediencia Nos Conduce a la Desdicha
Los orgullosos están tan lejos de la bendición, que están sometidos a una maldición; especialmente si conocen su deber y no lo cumplen. Esta afirmación implica necesariamente la realidad opuesta. Si sabes estas cosas y no las haces, no eres bendecido sino maldecido porque es una omisión pecaminosa (ver Santiago 4:17; Salmos 119:21).
Conclusión
El Señor Jesucristo trastorna muchas de nuestras concepciones sobre la felicidad. La felicidad reside más en buscar agradar a Dios y a los demás que en buscar momentos de placer para nosotros mismos. Hay una simplicidad en Su enseñanza; no es tan difícil de entender como de practicar. El gran reto para nosotros es si estamos dispuestos a humillarnos y negarnos a nosotros mismos para seguir Su consejo.