Cada vez más, hay una sutil tendencia a eludir los temas difíciles e inconvenientes diciendo que no podemos tener certeza sobre ellos. Por supuesto, ser no-dogmático se considera una virtud en nuestra cultura actual. Sin embargo, una cosa es reconocer un defecto en nuestro propio entendimiento, y otra cosa es tomarse atribuciones por todos los demás. Las preguntas abiertas y los asuntos sin importancia parecen haberse incrementado a expensas de la autoridad práctica de las Escrituras. A veces, enturbiar las aguas hace que la gente se sienta libre de tomar una posición alternativa definida. Por ejemplo, cuando los evangélicos profesantes quieren apoyar algo como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Si pueden hacer que los pasajes bíblicos parezcan ser confusos, entonces se sienten justificados en su postura. Pero, ¿en qué concluye tal afirmación con respecto a la voluntad revelada de Dios? ¿Qué estamos diciendo en realidad sobre la capacidad de Dios para darnos una enseñanza clara?
Por supuesto, algunas partes más que otras en la Biblia necesitan un estudio más cuidadoso para poder comprenderlas de manera correcta. Pero eso es muy distinto a decir que no se pueden entender. También pueden haber dudas y dificultades que debemos superar, no obstante, esto es algo diferente a hacer de la duda un aspecto esencial de nuestra creencia. La idea de que la Iglesia debe hacer progresos (solicitando la guía del Espíritu) para creer en cosas que son totalmente contradictorias con las Escrituras y a cómo las generaciones anteriores las entendían, es muy diferente. Un ex-evangélico ha escrito recientemente un libro llamado El Pecado de la Certidumbre para defender la convicción de que luchar por la certidumbre es destructivo. Cabe preguntarse qué tan «seguro» está el autor sobre esa convicción en sí misma.
Esta idea de la virtuosa incertidumbre no es en realidad una idea bíblica. Dios nos ha dado excelentes cosas «en consejos y en ciencia» para hacernos «saber la certidumbre de las palabras de verdad» (Proverbios 22:20-21). «Toda la Escritura… es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Timoteo 3:16). Se supone que debemos ser capaces de manejarla hábilmente y de manera correcta (2 Timoteo 2:15). La intención es que no seamos «llevados por doquiera de todo viento de doctrina» (Efesios 4:14). Nuestro amor abunda en conocimiento, no en ignorancia (Filipenses 1:9). Incluso en las cosas sin importancia, «cada uno esté plenamente convencido en su propia mente» (Romanos 14:5).
Estas cuestiones no son nuevas en realidad. Samuel Rutherford tuvo que enfrentarse a un creciente escepticismo, y nosotros podemos aprender mucho de los principios que él extrae de las Escrituras. Él presta particular atención a la idea de que no importa lo que creamos, siempre y cuando creamos lo que es necesario para ser salvos.
1. Podemos Tener Certeza Acerca de Cosas que No Son Fundamentales
Creemos con certeza de fe, muchas cosas que no son fundamentales. Por ejemplo, no debemos ignorar que «para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día» (2 Pedro 3:8). Muchos de los que están en la gloria (podemos suponer) murieron ignorantes de esto o sin creerlo. O al menos murieron sin alguna certeza de fe en este punto: que para Dios el tiempo no tiene ninguna coexistencia en duración, sea largo o corto. Sin embargo, Pedro afirma que debe ser creído con certeza de fe.
El Espíritu Santo nos habla de muchos asuntos históricos en Hebreos 11. Creemos en ellos por la certeza de la fe divina, pero no son fundamentales. Si no creemos todo lo que Pablo y el resto de los Apóstoles han escrito, o lo que Moisés y los Profetas han dicho, entonces debemos tomarlos como falsos testigos por decir, predicar y escribir lo que no es verdad. Pablo así lo dice (1 Corintios 15:15).
Los Apóstoles dicen: «Nosotros somos testigos suyos de estas cosas» (Hch 5:32). Ahora bien, estas cosas se refieren no sólo a la muerte y resurrección de Cristo, sino también a puntos que no son fundamentales. Incluyen la identificación de los instrumentos de Su muerte (versículo 30; Hechos 4:10 y 3:26). Los Apóstoles y el Espíritu Santo fueron testigos de la verdad de las cosas fundamentales y no fundamentales (Hechos 1:8). Cristo dijo que ellos eran «testigos de estas cosas» (Lucas 24:48). Estas cosas están identificadas en el versículo 44, «era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». Esto incluye los sacrificios, las tipologías y las ceremonias en particular que eran sombras de Cristo.
2. Debemos Examinar la Verdad para Ganar Certeza
«Examinadlo todo; retened lo bueno» (1 Tesalonicenses 5:21) quiere decir probar y buscar el auténtico significado de las verdades divinas. Una vez probada y creída la verdad, hay que retenerla. No quiere decir creerla por un día y ceder a todo lo opuesto mañana, y luego encontrar y ceder a otro principio opuesto al día siguiente. Si esto fuera así, el Espíritu Santo nos estaría mandando a dudar, a dudar hasta que perdamos la fe y la encontremos de nuevo, y la volvamos a perder en un círculo vicioso.
Si este fuera el caso, entonces los de Berea (Hechos 17:11) deben examinar su propia examinación y sus propias dudas y creencias, y así sucesivamente hasta el infinito. Sería como si al encontrar a Cristo en las enseñanzas de Pablo, de Moisés y de los Profetas, tuvieran que seguir examinando y dudando. Como si sólo debieran creer en la enseñanza de los Profetas, los Apóstoles y el Espíritu Santo con reserva, esperando hasta que ‘reciban’ una comprensión nueva y contraria del Espíritu Santo.
Esto nos enseñaría a ser llevados de un lado a otro por todo viento de doctrina. Creer en la verdad de las Escrituras (ya sea en cosas fundamentales o no), de todos modos, es creer en una verdad, porque el Señor (que no puede mentir ni decir falsedades) así lo dice.
3. Debemos Orar por Certeza
Deberíamos orar «Señor, alumbra mis ojos», pero esta no sería una oración para un entendimiento conjetural, fluctuante y cambiante. Tal oración por una nueva luz, no es para que el Espíritu Santo nos enseñe a creer verdades y falsedades en círculo. Por el contrario, es una oración para que Dios:
- Pueda conceder el Espíritu de revelación para ver las verdades del evangelio con una clara revelación de fe;
- Para que Él se complazca en hacer que la luz por la cual vemos las mismas antiguas verdades del evangelio resplandezca más plenamente, con una mayor medida de evidencia celestial.
- Para que nuestro entendimiento crezca de tal manera que veamos nuevas deducciones y consecuencias, y nuevas y frescas conclusiones celestiales de las antiguas verdades de Dios.
La fe escéptica desea que Dios nos dé una nueva luz contraria, para que podamos creer como verdaderas las cosas que antes creíamos contrarias a la Palabra de Dios. Esto convertiría a la luz en oscuridad, a la verdad en mentira, y convertiría al Espíritu de verdad en el padre de mentira.
4. Los Apóstoles Alientan la Certeza.
Los Apóstoles jamás nos instan a conocer las verdades de Dios con reservas. Los Apóstoles y el Espíritu Santo en ellos, nos instan a que sepamos con seguridad que Jesús es Cristo el Señor. Ellos nos exhortan a arraigarnos y confirmarnos en la fe (Colosenses 2:7). Nos instan a estar plenamente persuadidos de todo lo que tiene que ver con Cristo, tanto en lo fundamental como en lo histórico. Lucas quería que Teófilo conociera «la verdad de las cosas» que «entre nosotros han sido ciertísimas» (Lucas 1:1 y 4).En Hebreos 5:12-13 el Apóstol nos exhorta a creer en muchos puntos concernientes a Cristo que rebasan los primeros principios de los oráculos de Dios. Él nos exhorta a progresar hacia la madurez (Hebreos 6:1).
5. La Palabra de Dios es Capaz de Darnos Certeza
El principio de la incertidumbre implica que la Palabra de Dios es oscuridad y tinieblas, que no puede instruirnos en todas las verdades. Se trata de una acusación blasfema contra el Espíritu Santo, como si Él hubiera inspirado las Escrituras con la intención de que no tuviéramos un conocimiento seguro y firme. Eso nos dejaría no con fe sino con una mera opinión probable, una conjetura, una dudosa percepción de las verdades, y con una reserva para creer lo contrario. Sería como si el propósito del Señor fuera convertirnos a todos en escépticos y que muriéramos dudando.
Los Apóstoles nos mandan a creer y ser consolados en las verdades que ellos mismos creyeron como cristianos y como conciudadanos entre nosotros. ¿Acaso diremos que los Apóstoles también creyeron con reservas? Eso sería blasfemo.
6. Debemos Servir a Dios con Convicción de Fe
Toda nuestra práctica debe ser con fe, es decir, con la persuasión de que lo que hacemos está de acuerdo con la voluntad revelada de Dios. Si no es así, pecamos (Romanos 14:23) y estamos condenados en todo lo que hacemos. Pero si la fe con reservas debe ser la regla de nuestra práctica, entonces no podemos hacer nada con fe.
Conclusión
Hoy nos enfrentamos a los que dicen ser «cristianos progresistas». Ellos nos dicen que invitar a hacer preguntas es más valioso que dar respuestas y que debemos explorar la verdad en lugar de declararla. Parecen muy inseguros acerca de lo que dice la Palabra de Dios, pero muy seguros acerca de lo que la opinión humana mantiene (especialmente la ciencia). Estos están dispuestos a decir que no podemos estar seguros que la Biblia condena el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero enseguida dicen que sí podemos estar seguros que eso está permitido. Nos dicen que no debemos juzgar a los demás. Pero eso en sí mismo es emitir un juicio moral sobre nuestra conducta. Cristo dice que es necesario para la reconciliación indicar a los demás lo que han hecho mal (Mateo 18:15). La marea de la incertidumbre está influenciando a algunos evangélicos de manera sutil y necesitamos admitirlo para resistirnos a ella.