Mantén la Calma en una Época de Ira

Nos estamos enojando cada vez más por muchas cosas. Es el sentimiento dominante en las sociedades occidentales a diario. Ese invernadero de ira -las redes sociales- arde aún más de rabia (según un nuevo estudio). La frustración y la indignación moral explotan en contra de muchas cosas que no podemos controlar o incluso influenciar. Es un contagio emocional donde ver a la gente expresar su enojo impulsa a otros a mostrarlo también. Y nuestra propia irritabilidad funciona de la misma manera. Cada estallido legitima al próximo. ¿Qué tanto de esto es ira justa? ¿Y cómo podemos evitar la ira pecaminosa? Necesitamos saberlo.

Uno de los versículos más claros de la Biblia que trata con la ira es de hecho un mandamiento que nos dice que nos airemos. Pero el mandamiento completo es «Airaos, pero no pequéis» (Efesios 4:26). Además, se nos prohíbe permitir que «el sol se ponga sobre nuestro enojo». Nos dá consejo acerca de conservar la ira justa y matar la ira pecaminosa. Más adelante en el mismo capítulo (versículo 31) aprendemos acerca de los diferentes tipos de ira pecaminosa que la gente elige expresar. James Fergusson tiene algunas consideraciones especialmente útiles sobre estos versículos en el siguiente extracto actualizado.

1. Cómo Identificar la Ira Pecaminosa

La ira pecaminosa o el deseo injusto de venganza es, cuando la ira se enciende precipitadamente (Proverbios 14:17) sin causa, (Mateo 5:22) o por alguna muy ligera (1 Corintios 13:5). O cuando excede los límites de lo justo (Génesis 49:7).

Hay diferentes tipos de ira. Están agrupadas en el versículo 31 que enumera la amargura, el enojo, la ira, la gritería, la maledicencia y la malicia.

(a) Amargura

Este es el grado menor de la ira pecaminosa. Incluye todo lo secreto, el descontento oculto y el rechazo al afecto. Tiene más de descontento y rencor que de venganza (Salmo 37:1).

(b) Ira

Esta es una rabia feroz e impetuosa, una apasionada conmoción del corazón y de los afectos debido a una sensación de daño percibido o por una herida real. Eso impide y obstruye el uso de la razón. Por ser esta impetuosa se disipa pronto (1 Sam 25:21-22 y 32).

(c) Gritos de enojo

Gritería significa palabras bulliciosas, amenazas en voz alta y otras expresiones desmesuradas. Son el humo negro, la primera manifestación del fuego de la ira y del enojo que se ha encendido en el interior (Hch 15:39).

(d) Maledicencia

La maledicencia (mejor interpretada como blasfemia o difamación) es otro fruto de la ira y el enojo. Es un discurso vergonzoso e insultante por el cual alguien que está indignado busca manchar la reputación de la persona que le ha hecho daño (real o percibido) (1 Samuel 20:30).

(e) Malicia

La malicia es el enojo arraigado, la ira continua. Hace que la persona consumida por ella se concentre diariamente en toda oportunidad de venganza. Son completamente implacables hasta que satisfacen su inclinación vengativa (Romanos 1:31).

La amargura, la ira, el enojo, la gritería, la maledicencia y la malicia entristecen al Espíritu Santo de Dios (Efesios 4:30). Oscurecen grandemente la obra de la gracia en el corazón por medio de la cual Él sella a los creyentes. No hay pecados más opuestos al fruto del Espíritu (mencionado en Gálatas 5:22-23). Dondequiera que se esté dando lugar a tales pecados, la gracia tiene que estar disminuyendo. Por eso, el apóstol añade inmediatamente al mandato de no contristar al Espíritu «que toda amargura, ira y enojo sean quitadas». Esto insinúa que de lo contrario entristecerían al Espíritu Santo.

El pecado es tan sutil y nosotros somos tan débiles y carentes de habilidad para resistirlo que cuando entra un pecado cede el paso a otro. Por lo tanto, pasa de mal a peor. De modo que lo más sabio es oponerse a este a su debido tiempo, para que no se fortalezca por nuestra complacencia. El apóstol describe varios grados de ira pecaminosa. La primera le abre paso a la siguiente y la siguiente es siempre peor y está un paso más cerca del límite máximo.

2. Cómo Manejar la Ira Justa

La ira es un sentimiento natural, plantado en nuestros primeros padres en la primera creación. De hecho, también se hallaba en Cristo mismo, quien estaba libre de pecado (Marcos 3:5). Por lo tanto, no es en sí misma un pecado, ni siempre es pecaminosa. En su propia naturaleza es indiferente. Se vuelve buena o mala, según sus razones, causas, objetivos y propósitos. Algunas veces y en algunas situaciones el enojarse es un deber necesario para un cristiano, por ejemplo, cuando la ira fluye del celo por la gloria de Dios (Juan 2:15-17) y el amor por nuestro hermano (Proverbios 13:24).

Es justa cuando surge de causas justas y de peso. La principal de ellas es la deshonra a Dios, ya sea por nuestros propios pecados (2 Corintios 7:11) o por los pecados de los demás (Éxodo 32:19). Se indigna no tanto contra la persona de nuestro hermano como contra su pecado. Así que es contra el pecado en nosotros mismos, tanto como en los demás (Mateo 7:5). Esto es evidente cuando no obstaculiza otros compromisos de amor que le debemos a la persona con la que estamos enojados (Éxodo 32:19 y 32). También es muy evidente cuando no afecta nuestro acceso a Dios en la oración (1 Timoteo 2:8). No debemos ir más allá de los límites de nuestro llamado, ni debemos dar paso a la venganza privada en pos de nuestra ira (Lucas 9:54-55). Cuando los motivos, los propósitos y el comportamiento son correctos, la ira es loable y digna de elogio. El apóstol ordena enojarse en las circunstancias correctas.

2. Cómo Contener la Ira Pecaminosa

Es fácil pasar de la moderación al exceso en nuestros sentimientos naturales de alegría, miedo, dolor, deseo. Esto abarca desde lo que es lícito y en algunos casos necesario, hasta lo que es pecaminoso (Salmo 2:11). Cuando se le da lugar a la ira es más difícil contenerse y no excederse de los límites. Esto sucede al transgredir una o más de las limitaciones de la ira justa mencionadas anteriormente. El apostol Pablo nos advierte que no debemos pecar cuando estamos enojados.

3. Cómo Velar Contra la Ira Pecaminosa

Es posible (incluso en un hijo de Dios) que la ira lícita degenere en ira pecaminosa. La mente se resiente y por lo tanto se enfurece contra la persona que ha hecho el mal. Pero un hijo de Dios no debe tener un espíritu implacable que no pueda agotarse con el paso del tiempo. Si su enojo en cualquier momento excediera los límites y se convirtiera en ira o amargura de espíritu, él [el apostol] los exhorta a reprimirla rápidamente. Deben suprimirla incluso antes de que se oculte el sol, sin atesorar ese mal o complacerse en él por espacio de una noche. El apóstol asume que podrían sentir enojo, pero no deben mantenerlo por mucho tiempo. «No se ponga el sol sobre vuestro enojo».

No basta con que los cristianos se abstengan de ventilar sus pasiones en sus expresiones y acciones desmesuradas; sino que deben también, y con el fin de que se abstengan de ellas, dedicarse a subsanar sus pasiones internas y la mayoría de los descontentos secretos de su espíritu: De lo contrario, si la llama de la ira y del enojo arde interiormente, subirá con gran facilidad el humo negro de la gritería y la maledicencia, para ofender a los demás; porque Pablo prohibió no sólo la gritería y la maledicencia, sino también toda la amargura, la ira y el enojo.

4. Cómo Lidiar con la Ira Pecaminosa

Los hijos de Dios no deben desanimarse ni rendirse ante el pecado. Tampoco deben huir cuando el pecado prevalece. Sino que, habiendo recibido una nueva dosis de fortaleza proveniente de Cristo (2 Corintios 12:8) mediante el ejercicio de la fe en oración, deben atacar el pecado de nuevo con renovada valentía. Al hacer esto, pueden recuperar lo que antes se había perdido. Pablo les instruye que si su enojo fuera excesivo en cualquier momento, ellos mismos deben combatirlo sin demora y no dejar que el sol se ponga sobre éste.

No es suficiente suprimir ni atenuar nuestras corrupciones pecaminosas. Deberíamos aspirar y darnos por satisfechos con nada menos que someterlas totalmente. Deberíamos eliminarlas arrancándolas de raíz. Dice él: «Quítense de vosotros toda amargura… etc». La palabra quítense quiere decir: «Que sea levantada, y destruída».

Los pecados de la lengua y los actos externos deben ser removidos y mortificados, al igual que los pecados del corazón. Estos son de alguna manera más peligrosos (Mateo 18:7 porque son más peligrosos para los demás). Siempre fluyen de un corazón contaminado (Mateo 15:19) y lo vuelven peor de lo que era.

Conclusión

En una época de indignación moral necesitamos tener en claro la verdadera ira justa, y cómo y cuándo debe ser expresada. El pueblo de Dios también tiene una oportunidad en una época de ira para mostrar la gracia de Cristo. Velar contra la ira pecaminosa y lidiar con ella distingue a los creyentes como diferentes, especialmente cuando no nos unimos a la tendencia popular de los insultos. Es extremadamente difícil lidiar con la ira pecaminosa, es como si viniera de la nada. Sin embargo, mientras más busquemos la gracia a través de la oración, menos seremos derrotados por ella. El Espíritu Santo quien se contrista con todas las formas de ira pecaminosa nos ha sido dado para ayudarnos a mortificarlas.

Second Reformation Author: James Fergusson

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