¿Quién Eres?

Desde el género hasta la nacionalidad y la raza, ¿podemos elegir la identidad que queramos? ¿Son verdaderas estas cosas que impulsan la política de la identidad? Aunque nos resistamos a cualquier otra etiqueta, ¿qué significa exactamente la palabra «humano» hoy en día? Otras influencias sutiles dentro de la sociedad nos dirigen a descubrir nuestra identidad en lo que tenemos y en lo que hacemos. ¿Hay algo fijado que vaya más allá de las nociones subjetivas cambiantes?

Sí. Podemos tomar nuestra identidad de lo que Dios ha hecho y lo que Dios ha dicho. Tenemos que volver al principio, a la creación. No podemos entender quiénes somos sin esto. Este es el fundamento para entender nuestra identidad personal. Eso es exactamente lo que hace Hugh Binning en el siguiente extracto actualizado.

1. Nuestra Identidad Original

Ciertamente, nunca se entenderá a sí mismo o lo que es, hasta que no sepa primero cuál es el propósito de la humanidad. Usted no puede concebir cuál es su miseria actual hasta que no conozca la felicidad que el hombre tuvo cuando fue creado: «hagamos al hombre a nuestra imagen».

Algunos han llamado a Adán un microcosmos del mundo, porque él tuvo al cielo y a la tierra como un matrimonio en él. Él unió dos naturalezas muy remotas y distantes. El polvo de la tierra y el espíritu inmortal (llamado el aliento de Dios) dulcemente enlazados, unidos e inclinados el uno al otro. En esta obra de artesanía el Señor hizo un microcosmos de todas Sus obras. Él reunió en una sola criatura la maravillosa sabiduría, el ser, el vivir, el moverse, el sentido y la inteligencia que están diseminados en las demás criaturas. Llevamos dentro de nosotros las maravillas que admiramos en el resto de la creación.

Con una simple palabra, este enorme entramado del mundo surgió de la nada. Pero al crear a la humanidad Dios actúa como un hábil artesano: «Hagamos al hombre». Prefiere hacer en vez de crear. Primero levanta las paredes de la carne, construye la casa del cuerpo con todos sus órganos, todas sus habitaciones, y luego hace que un huésped noble y divino habite en ella. Sopla en ella el aliento de la vida.

2. Nuestra Única Identidad Original

Pero lo que el Señor quiere que consideremos más es la imagen de Sí mismo impresa en el hombre: «Hagamos al hombre a nuestra propia imagen». No existía criatura alguna que no tuviera unos cuantos grabados de Dios y de Su poder, sabiduría y bondad. Se dice que los cielos declaran Su gloria (Salmo 19:1). Sin embargo, lo que sea que tengan, es sólo la parte de abajo del retrato, algunas sombras y semejanzas tenues de Él. Pero la obra final de la creación es hecha de acuerdo a Su propia imagen. Él se refleja en ella como con un espejo. El resto de la creación se asemeja a Sus pisadas pero el hombre se asemeja a Su rostro. Fue hecho «a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».

Es verdad que sólo Jesucristo, Su Hijo, es «el resplandor de Su gloria, y la imagen misma de Su sustancia». Sólo Cristo se asemeja perfecta y completamente a Él en todas las características. Es otro ser en naturaleza, características y funciones. Es tan semejante a Él que es uno con Él, es realmente una unidad, mas que una semejanza.

Pero el hombre fue creado de acuerdo a la propia imagen de Dios, con cierta semejanza (no igualdad o unidad) a Sí mismo. Ese es un gran privilegio en realidad, ser parecido a Dios. ¿Cómo puede el hombre ser semejante a Dios, que es infinito, incomprensible, y cuya gloria no será dada o compartida con otro? Hay aspectos únicos de Su ser en los cuales Él no solamente no tiene igual, sino que incluso nadie es comparable con Él. En estos, Él debe ser adorado como trascendiendo infinitamente todas las perfecciones y concepciones creadas. Pero en otros se revela a Sí mismo para ser imitado y seguido. Fue con este propósito que Él estampó primero estas cualidades en el hombre al moldearlo en un principio.

3. Nuestra Identidad Moral Original

Si usted quiere saber cuáles son esas cualidades en particular, el apóstol Pablo las define. Incluyen «conocimiento» (Colosenses 3:10), «verdadera justicia y santidad» (Efesios 4:24). Esta es la «imagen del que lo creó» (Colosenses 3:10). Es la imagen que el Creador estampó en el hombre, para que pudiera buscarle. Él lo apartó para Sí mismo para mantener comunión con él y bendecirlo. Hay un espíritu dado al hombre con la capacidad de conocer y decidir. Este es el rostro de Dios esbozado y no está inscrito en ninguna otra criatura que tenga sentimientos. Una de las actividades más nobles y excelentes de la vida que exalta a los seres humanos por encima de las bestias salvajes es la capacidad de reflexionar sobre nosotros mismos, de conocernos a nosotros mismos y a nuestro Creador. Las demás cosas tienen instintos naturales adecuados a su propia naturaleza, pero ninguna de ellas tiene la capacidad de saber lo que son o lo que tienen. No pueden concebir ideas acerca de Aquel que les dio el ser.

Ha limitado al ojo para responder a los colores y a la luz, ha limitado al oído para que no pueda actuar sin sonidos. Él ha asignado a cada sentido su propio rango apropiado dentro del cual se mueve. Pero Él le enseña al hombre el conocimiento, y amplía la esfera de su entendimiento más allá de las cosas visibles hasta las cosas invisibles o los espíritus. Él ha puesto una capacidad en el alma para conocer todas las cosas, incluso a sí misma. El ojo discierne la luz, pero no se ve a sí mismo. Pero Él da un espíritu al hombre para conocerse a sí mismo y a su Dios.

Y luego hay un poder voluntario en el alma por medio del cual se entrega a sí misma hacia cualquier cosa que sea concebida como buena. El entendimiento dirige y la voluntad manda de acuerdo a su dirección. Entonces todas las facultades y sentidos que obedecen estas órdenes constituyen un excelente retrato de la imagen de Dios. Había una dulce proporción y armonía en Adán, todo estaba en su debido lugar y subordinación. Los movimientos del hombre inmortal comenzaron en su interior. La lámpara de la razón brillaba y daba luz. No hubo conmoción, elección o rechazo hasta que la razón se movió. Esto fue como un rayo de la luz de Dios reflejada en el alma del hombre.

Cuando la razón discernía el bien y el mal, este poder en el alma influenciaba a toda la persona en consecuencia, para elegir el bien y rechazar el mal. No habría habido ninguna semejanza viva de Dios si sólo hubiera habido poder para conocer y voluntad. Estas capacidades también deben ser embellecidas y adornadas con gracias sobrenaturales y divinas de luz espiritual, santidad y justicia. Estas completan la imagen de Dios en el alma a todo color.

Había una luz divina que brillaba en el entendimiento hasta que el pecado intervino y lo eclipsó. El dulce ardor y calidez de la santidad y la rectitud en los afectos provenían de la luz del rostro de Dios. No había nada más que pureza y limpieza en el alma, ni la oscuridad de la ignorancia, ni la fangosidad de los afectos carnales. El alma era pura y transparente, capaz de recibir los rayos refrescantes e iluminadores del semblante glorioso de Dios.

Este era el rostro mismo y la belleza del alma. Esta es la belleza y la excelencia: la conformidad a Dios. Esta estaba a lo largo del todo: en la comprensión y en los afectos. El entendimiento tenía que ser conforme al entendimiento de Dios, discerniendo entre el bien y el mal. Como un rayo de ese sol, un chorro de esa fuente de sabiduría, una luz del entendimiento de Dios tiene que ser conforme a Él.

La voluntad estaba de acuerdo con Su voluntad: aprobando y escogiendo lo que Él aprobaba y rechazando lo que Él odiaba. Esta unión era más estrecha que cualquier vínculo entre los hombres. Era como si no hubiera dos voluntades, sino una sola. El amor de Dios que se reflejaba en el alma, atraía de nuevo al alma hacia Él. El amor fue el principio conformador que moldeó a toda la persona por dentro y por fuera para ser como Dios y obedecerle. El hombre fue formado para tener comunión con Dios, y debe tener este parecido o de lo contrario no podrían juntarse como amigos.

4. Nuestra Identidad Moral Original Destruida

No obstante, es triste al considerar de dónde hemos caído y cuán grande es nuestra caída. Caer de una condición tan bendita es una gran desdicha en realidad. Satanás nos ha robado nuestro valioso tesoro, la gloriosa imagen de la santidad. Él ha dibujado la imagen misma del infierno en nuestras almas, el rostro mismo del infierno, los rasgos distintivos de su semblante infernal. Pero la mayoría de la gente no sabe nada al respecto. Si pudiéramos considerar todas las tristes y horribles consecuencias del pecado en el mundo y las miserias que una caída ha traído sobre toda la humanidad, veríamos qué terrible caída ha sido.

El pecado intervino entre Dios y nosotros, oscureció nuestras almas y las mató. Se apagó la luz del entendimiento, se extinguió la vida de la santidad. No queda nada de toda aquella majestuosa edificación, excepto algunas ruinas de los principios generales de la razón y la honestidad en la conciencia de todos. Éstos simplemente nos muestran cómo era el edificio. Hemos caído de la santidad y por lo tanto de la felicidad. Nuestras almas están deformadas y contaminadas. Si el pecado fuera visible, cuán fea sería la forma del alma para nosotros. Esto se debe a que ha perdido su belleza, la cual es la imagen de Dios.

5. Nuestra Identidad Moral Original Restaurada

Debemos saber de dónde hemos caído y en qué abismo de pecado y miseria hemos caído. Cuando lo sepamos, las buenas nuevas de Jesucristo, Mediador y Redentor del hombre caído, nos serán dulces. Fue la voluntad del Señor dejar que Su imagen se estropeara y arruinara en nosotros porque Él tenía este propósito de repararla y renovarla aún mejor que la de antes. Él creó (la naturaleza humana de) Cristo de acuerdo a Su imagen para este propósito. Estampó esa imagen de santidad en Su humanidad. Esto fue para que Cristo fuera un modelo y una promesa de la restauración de la gloria y la excelencia originales para las almas que huyen a Él en busca de refugio. Él ha hecho que Su Hijo [nazca] a semejanza nuestra para que nosotros volvamos nuevamente a ser como Él. Dijo Dios en la eternidad: «Que uno de nosotros se haga hombre». Esto fue para poder decir una vez más: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Sólo una segunda creación [espiritual] puede lograrlo. Vea en su corazón e indague si esta nueva creación ha sido formada en usted. Debería estar re-creado a esa imagen si le pertenece a Cristo.

Conclusión

Hay muchas voces en nuestra generación alentando a todos a buscar su propia identidad. Los jóvenes a menudo están en la búsqueda de una identidad, incluso si ello significa que sus mentes y sus cuerpos estén en desacuerdo entre sí. No obstante, esto nunca traerá la felicidad y la paz que buscamos. Hemos perdido una identidad y necesitamos recuperarla, pero es la identidad que Dios nos ha dado y nos ofrece, no la que escogemos de entre nuestras propias preferencias. En cierto sentido, el evangelio nos dice: «Sean quienes están destinados a ser, quienes fueron creados a ser». Sólo lo descubriremos si somos una nueva creación en Cristo. Esta es la verdadera base de nuestra identidad personal.

Second Reformation Author: Hugh Binning

View More Posts Related to Hugh Binning »

Share This Post On