Se solía decir que el Espíritu Santo era la persona olvidada de la Divinidad. Ahora, al parecer, la mayoría de los evangélicos ni siquiera están seguros de que Él sea una persona. El sondeo sobre el estado de la teología en ambos lados del Atlántico muestra que la mayoría cree que el Espíritu Santo es una fuerza pero no un ser personal (55% Reino Unido, 56% Estados Unidos). ¿Es eso un problema? Sí, las Escrituras dejan claro que el Espíritu es una persona. La creencia de que Él es sólo una fuerza (como lo enseñan los Testigos de Jehová) fue condenada como una herejía en el Concilio de Constantinopla en el año 381. Pero esto no sólo se trata de un elemento central de la fe, sino que tiene profundas implicaciones prácticas en nuestra vida espiritual cotidiana.
Hay muchas maneras en las cuales la Biblia enseña que el Espíritu es una persona y todas ellas se relacionan con Su ministerio hacia los creyentes. Así que es importante en gran medida, que Él sea realmente una persona. Existe tal cosa como la comunión o el compañerismo del Espíritu Santo y sólo se puede tener comunión con una persona (2 Corintios 13:14). En cuanto a Su actividad dentro de los creyentes, es claro que Él tiene una mente (Romanos 8:27), una voluntad (1 Corintios 12:11; Hechos 15:28) y emociones (Efesios 4:30). Él no solamente puede contristarse, sino que también puede irritarse o enojarse, y ser insultado (Isaías 63:10; Hebreos 10:29). También se le puede mentir (Hechos 5:3-4).
Como alguien que habla, el Espíritu personalmente enseña, convence y hace recordar (Hechos 8:29; Hechos 13:2; 1 Corintios 2:13; Juan 16:8; Juan 16:13-14). Él capacita (Zacarías 4:6) y guía a los creyentes (Isaías 48:16; Romanos 8:14; Hechos 16:6-7). Él testifica con ellos (Romanos 8:16), los consuela (Juan 14:26) e intercede por ellos (Romanos 8:26). Él manda (Hechos 8:29; 13:2; 16:7) y debe ser obedecido (Hechos 10:19-21).
¿Podemos prescindir de la actividad personal del Espíritu? Eso sería impensable. Las opiniones confusas acerca del Espíritu Santo reveladas en el sondeo reciente muestran la necesidad de una clara enseñanza en las verdades de las Escrituras.
Tenemos herramientas para este propósito en la Confesión de Westminster y en los Catecismos. Uno de los que ayudó a compilar estos documentos fue Francis Cheynell (1608-1665), quien también escribió sobre la Trinidad y la necesidad práctica de creer en Un solo Dios en Tres Personas.
La Obediencia al Espíritu es Para Nuestro Consuelo
Al escuchar la Palabra debemos dedicarle la misma atención y devoción al Espíritu que al Padre y al Hijo (Hebreos 3:7-8 en comparación con el Salmo 95:8). El Espíritu Santo nos prohíbe que endurezcamos nuestros corazones contra Él al hablar en la Palabra (Hechos 7:51). Contristamos al Espíritu cuando resistimos al Espíritu y no damos nuestro asentimiento y consentimiento espiritual a la Palabra.
Dios el Espíritu Santo debe ser obedecido. Nos entregamos a Su servicio en el bautismo. Nuestros cuerpos y almas son templos consagrados a Su honor y servicio. El Espíritu vence nuestra razón carnal, mata nuestras corrupciones y somete nuestros corazones para obedecerle a Él así como al Padre y al Señor Jesús.
El Espíritu es el espíritu de convicción, regeneración, conversión, santificación, edificación y consolación (1 Pedro 1:2; 2 Tesalonicenses 2:13; Gálatas 5:22; 1 Corintios 12:8-9). El Espíritu es el Dios de todo consuelo, Su función especial es consolar a los que sufren.
Nos concierne mucho obedecer al Espíritu Santo y responder a los muchos llamados y mociones del Espíritu con sincera obediencia. Así, nuestro llamamiento eficaz puede proporcionar evidencia de nuestra elección. Este Espíritu es el espíritu de santificación y adopción, el espíritu de revelación y consuelo, matando el pecado, haciéndonos vivir en justicia. El Espíritu nos vivifica, mueve, capacita, inclina, y persuade a creer en Cristo, a amarnos los unos a los otros y a guardar todos los mandamientos de Dios.
Este espíritu de fe, amor y obediencia es el espíritu de santificación. Si usted encuentra al espíritu de santificación en usted, tome buen consuelo aunque el espíritu de adopción parezca haberse retirado. Él está ciertamente presente y no ocioso ni silencioso; Él habla por Sus verdaderas obras y dulces frutos. El espíritu de santificación es el mismo espíritu de adopción.
Sabemos por el Espíritu que Cristo habita en nosotros, que nosotros moramos en Él y Él en nosotros (1 Juan 3:23-24; 4:13). Si, por lo tanto, hay un espíritu de fe, amor y obediencia en usted, regocijese en él, levante su corazón a Dios en agradecimiento por ello. Agradezca a Dios si tiene un corazón obediente a la doctrina que le ha sido dada por medio del Espíritu Santo (Romanos 6:17). Si está muy comprometido en súplicas y acciones de gracias, el espíritu de súplica será un espíritu de adopción y un óleo de alegría (Hebreos 1:9).
El Espíritu le enseñará a clamar «Abba, Padre» con consuelo (Gálatas 4:6; Romanos 8:15). El Espíritu llenará su alma de todo gozo, y de paz al creer y obedecer. El gozo del Espíritu será su fuerza. Los consuelos del Todopoderoso, incluyendo todos los consuelos del reino de Dios (que consisten en la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo) serán todo-suficientes para reavivar y sostener a su abatido espíritu. Todos sus temores e inquietudes serán disipados, sus necesidades satisfechas, sus heridas, llagas y dolencias sanadas. Por último, usted será lleno de toda la plenitud de Dios (Malaquías 4:2; Efesios 3:19).