La pereza es negligencia. No es necesariamente no hacer nada, es simplemente descuidar lo que tenemos que hacer. No hacer de las cosas espirituales una prioridad. Es posible estar activo en asuntos cristianos y sin embargo descuidar nuestro bienestar espiritual. Puede ser que queramos estar cómodos y nos resistamos a cualquier cosa que nos exija. Así que eludimos nuestros deseos de alcanzar una mayor realidad espiritual. A veces es mucho más cómodo conformarse con lo superficial y dejarse llevar. Es una batalla a la que nos enfrentamos cada día que levantamos la cabeza de la almohada. ¿Cómo podemos pasar de tener frustrados deseos de salir de este estado, a actuar en ellos?
El Libro de Proverbios tiene muchas cosas que decir en general acerca de la pereza que también pueden ser aplicadas a los asuntos espirituales. Andrew Gray hizo esto en varios sermones y el siguiente es un extracto actualizado de uno de ellos. Él creía que la pereza y el descuido de nuestro deber en las cosas espirituales eran muy comunes y por lo tanto es muy directo en sus palabras. Él advierte que la pereza es como una enfermedad espiritual que avanza de manera sigilosa y que gradualmente mata la convicción de pecado, las resoluciones, los deseos de Dios, los impulsos del Espíritu Santo y nuestro disfrute de Dios. También mata hasta cierto punto nuestra fe y amor, nuestro odio al pecado y la fortaleza espiritual que un cristiano tiene para resistir a la tentación. Es la razón por la que nuestra vida espiritual y entusiasmo pueden ser muy débiles. Todo esto la convierte en un asunto urgente que debemos considerar.
1. Considere Su Necesidad
¿Quiere ser diligente? Tenga una impresión vívida de lo que necesita de Dios grabada en su corazón. ¿Por qué los cristianos de hoy no son diligentes? Es porque no conocen su necesidad. Decimos que «la necesidad convierte a hombres mudos en oradores» – podemos añadir que la necesidad convierte a hombres flojos en trabajadores.
Si pronunciamos nuestra necesidad, no aceptaremos negativas. La necesidad es una de las cosas más maleducadas que existen. No se marchará de la puerta de Dios hasta que Él responda. La necesidad nos haría diligentes en las cosas a las que Él nos llama. «Este pobre clamó, y le oyó Jehová» (Salmo 34:6). Sería una excelente panorámica, si cada uno de nosotros tuviera una panorámica de nuestras necesidades. Algunos de nosotros somos tan desconocidos para nuestros propios corazones, como si viviéramos a miles de kilómetros de distancia el uno del otro.
2. Procure Conocer a Dios Verdaderamente
Familiarícese mucho con Dios y procure tener mucho del conocimiento del Altísimo. Esto es claro cuando comparamos Job 22:27 con el verso 21. Si nos hemos familiarizado con Dios, la evidencia de esto será que le oraremos a Él. Podría traducirse que oraremos «muchas oraciones intensas». ¿Por qué nos comunicamos tan poco con Dios? ¿Lo conocemos o no (Juan 4:10)?
3. Considere la Muerte y el Juicio
Viva en vista de que la muerte y el juicio se acercan. Viva en vista del hecho de que usted debe comparecer ante Él. Esto le provocará a ser diligente. Esto queda claro al comparar estos dos pasajes: 2 Corintios 5 y Eclesiastés 9:17. El razonamiento es que la eternidad se acerca y no puedes hacer nada después de que haya llegado. Estoy seguro de que si pensáramos por la mañana que estamos hoy un día más cerca de la eternidad que antes, sería imposible para nosotros ser tan perezosos como lo somos.
4. Procure que el Amor de Cristo le Constriña
Un cristiano debe vivir bajo la impronta del dulce y constreñidor amor de Dios. El alma debe estar bajo la dulce impronta del amor de Cristo. Pablo afirma que el fundamento de su obediencia es el amor de Cristo que lo constriñe (2 Corintios 5:14).
5. Considere la Omnisciencia de Dios
Un cristiano debe vivir bajo la impronta de la omnisciencia de Dios. El salmista dice que él guardó los preceptos y testimonios de Dios porque todos sus caminos estaban delante de Dios (Salmo 119:168). En otras palabras, está diciendo: «¿Quieres saber por qué soy un cristiano tan diligente? Porque sabía que no había nada que yo hiciera que el Señor no supiera».
6. Procure Comprometer su Corazón con el Deber
Esfuércese para que su corazón se incline y se comprometa a cumplir con su deber. El salmista podía decir que había inclinado su corazón para guardar los preceptos de Dios siempre hasta el final (Salmo 119:112). Esto es en verdad algo muy notable, nunca estar fuera de la obediencia de Sus mandamientos. No sólo por un tiempo, sino siempre, incluso hasta el final. Continúa diciendo que su alma ha guardado los testimonios de Dios (Salmo 119:167). ¿Qué lo lleva a esto? «Los amo», dice él acerca de los testimonios de Dios. Por lo tanto, tener su corazón comprometido con los deberes de la religión lo convertiría en un cristiano diligente.
7. Decida No Ser Perezoso
A todos: jóvenes y viejos, cristianos profesantes y no profesantes, a ustedes que conocen a Dios y a ustedes que lo ignoran. Deseo que hoy, en Su nombre, hagan este juramento de amor en su corazón, para que puedan llevarse consigo esta resolución: «Nunca más seré un cristiano perezoso». «Juré y ratifique» (Salmo 119:106). Le exhorto a hacer esto a la vista de Dios Padre, la primera persona de la Santísima Trinidad, y a la vista del Hijo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, y a la vista del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad. Haga de esto el juramento que pronunciará y por el que se esforzará en cumplir: que ya no será perezoso nunca más.
8. Considere la Majestad de Dios
Si desea sobreponerse a la pereza, esfuércese por mantenerse debajo de las altas y majestuosas consideraciones acerca de Dios. Estoy seguro de que las bajas concepciones que tenemos de la majestad de Dios son la razón por la que muchos de nosotros doblamos nuestras rodillas tan rara vez ante Él. El salmista tenía una expresión inusual: «Mas yo oraba» (Salmo 109:4). Puede ser traducida también, «Yo oro». Él decía: «Estoy tan involucrado en esa obra, que pueden llamarme ‘Oración'».
Conclusión
Considere a aquellos que han muerto en el Señor y ya descansan de sus labores. Su recompensa está con ellos y sus obras les siguen. Considere lo que están haciendo todos aquellos miles de gloriosos que se encuentran alrededor del trono. Ya han entrado en la gloriosa y eterna posesión y disfrute de Dios, los caminos de la sabiduría fueron agradables para ellos mientras estuvieron aquí. Viene el día en que el cristiano más diligente en los deberes de la religión no se arrepentirá de ello. Ninguno se fue a la tumba sin esta convicción: «Ay de mí, que pasé tan poco de mi tiempo en los deberes de la religión». Es sorprendente que mientras Dios invierte en nosotros tanto esfuerzo, nosotros movemos los corazones tan poco en los deberes de la religión.