Algunas personas se inclinan a creer que el confesionalismo tiene un efecto sofocante en la Iglesia. Asumen que la adhesión a credos y confesiones basados en la Biblia inhibe la vitalidad o la libertad. Para ellos la Iglesia se trata más bien de relaciones y desconfían de cuestiones más formales y menos subjetivas. Otros quieren ser tan flexibles e inclusivos como sea posible para atraer a los demás y restan importancia a la doctrina. ¿Son válidos estos prejuicios sobre el confesionalismo? ¿Son consistentes con las Escrituras? De hecho, es notable cuán a menudo el crecimiento en la fe está conectado con el crecimiento personal y colectivo de los creyentes de las Escrituras.
Adoptar y aplicar una confesión bíblica de fe no garantiza que la vida de una congregación en particular sea tan saludable como debería ser. Sin embargo, la protegerá contra determinadas enfermedades espirituales que provienen de la falsa enseñanza. En Efesios 4 el Apóstol Pablo nos dice que la Iglesia debe crecer por medio de la verdad. Se supone que debe ser edificada en amor al hablar la verdad en amor (Efesios 4:13 y 15). Es necesario que «todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Pero esto no puede suceder si somos como niños, «llevados por doquiera de todo viento de doctrina». La Iglesia, «siguiendo la verdad en amor», debe «crecer en todo en Aquel que es la cabeza, esto es, Cristo» (Efesios 4,14-15).
Mientras menos verdades de la Biblia confesamos, menos vitalidad tenemos. Los cristianos deben resistir al error y aferrarse a la verdad, y así andar en Cristo, arraigados, edificados y confirmados en la fe (Colosenses 2:6-7). La Biblia no es minimalista en la forma en que declara la verdad y nosotros tampoco deberíamos serlo. Una confesión completa de fe invita a los cristianos a explorar y valorar el panorama de la verdad de Dios y a madurar en su entendimiento. Una Confesión [de Fe] ayuda a la Iglesia a cumplir su comisión de hacer discípulos espiritualmente maduros (Mateo 28:20).
La Importancia de las Confesiones
Dios nos ha dado Su Palabra para que tengamos la información que Él quiere que sepamos. Una confesión de fe es nosotros poniendo con nuestras propias palabras lo que entendemos que Dios está diciendo en Su Palabra. Algunas personas dicen que no tienen ningún credo excepto la Biblia. Sin embargo, todavía tienen su propia interpretación de lo que la Biblia enseña. Por ejemplo, ellos creen o no creen en la Trinidad, o en la justificación sólo por la fe. Simplemente no han escrito sus creencias de forma sistemática. Tienen un credo, sólo que no uno disponible públicamente.
Mientras tanto, todo tipo de herejes pueden citar la Biblia. Así que si nos limitáramos a usar sólo las palabras de la Escritura, esta sería una manera inadecuada de declarar la verdad. Cuando alguien cita la Escritura, siempre es legítimo preguntar: «¿Qué quiere decir usted con eso?» Decir «sólo creo en la Biblia» no tiene sentido a menos que se defina con más detalle. Cuando una iglesia pone por escrito su entendimiento de lo que la Biblia enseña, permite que cualquiera vea lo que ella cree, y también ayuda a la iglesia a lograr la claridad en su misión de contarle al mundo lo que la Palabra de Dios dice. Es por eso que Judas nos exhorta a contender «ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Judas 3). Pablo encargó a Timoteo que retuviera la «forma de las sanas palabras» y que guardara «el buen depósito [la prenda]» que se le había confiado (2 Timoteo 1:13-14).
Anthony Tuckney (1599-1670) desempeñó un papel clave en la elaboración de la Confesión de Fe de Westminster. Él usa estas palabras de 2 Timoteo 1:13 para explicar el valor de las Confesiones. Él define las Confesiones como una manera de establecer la verdad de Dios de forma ordenada. Es reunir tales verdades que están esparcidas por toda la Escritura. Luego explica algunos de los beneficios de una Confesión.
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en la Verdad
La forma de las sanas palabras se ha utilizado como declaración, no sólo de lo que nosotros mismos creemos, sino también de lo que pensamos que todo el mundo debería creer. También deseamos y exigimos que todos aquellos con quienes nos unimos en la comunión más estrecha de la Iglesia la profesen o al menos no la contradigan abiertamente. Así fue con los apóstoles en lo que decidieron en Hechos 15 y así es con las Iglesias y sus Confesiones hasta el día de hoy; y así debe ser siempre. Cuando surgen controversias, pueden ser mejor comprendidas y resueltas con la ayuda de tales Confesiones. También pueden ser un depósito [una prenda] (2 Timoteo 1:14) para ser dado a la posteridad como legado o herencia de sus antepasados en la fe.
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en Unidad
Las Confesiones no son sólo insignias de nuestra comunión en la Iglesia Cristiana, sino también una gran ayuda y promotoras de la misma. Por este medio se pueden evitar divisiones problemáticas y preservar mejor la paz de la Iglesia. Es una ventaja cuando todos profesamos la misma verdad, todos hablamos «una misma cosa» y estamos «perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer» (1 Corintios 1:10).
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en la Paz
El fracaso en guardar más de cerca esta «forma de las sanas palabras» ha permitido que cada uno hable y escriba las fantasías vanas de su propio corazón y difunda impunemente las herejías y blasfemias más repugnantes. Esto nos ha hecho pedazos y nos ha dividido. Que el Señor en misericordia sane rápidamente estas heridas y rupturas. Un medio especial para curar esto es retener la forma de las sanas y saludables palabras (2 Timoteo 1:13).
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en Fortaleza
Los apóstoles formularon sus decisiones para ayudar a los débiles (Hechos 15:24) y una Confesión también lo hace. Las verdades esparcidas por toda la Escritura se reúnen en una sinopsis para que se vean más claramente. Cuando hay cosas expresadas de manera más oscura, se presentan de manera más familiar a aquellos que tienen un entendimiento más débil.
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en Discernimiento
Las Confesiones ayudan a descubrir y repeler a los seductores y subversores de las almas del pueblo de Dios (Hechos 15:24). El mismo cerco que mantiene a los ciervos dentro, mantiene fuera a las bestias salvajes y voraces. Son un cerco para la viña y por lo tanto son de muy buena utilidad en la Iglesia. Algo de veneno apenas se puede detectar al principio, pero a medida que la boca toma su alimento, las ovejas del prado de Cristo disciernen por instinto divino cual alimento es saludable y cual no lo es. No sólo los que tienen sus sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal, aún el recién nacido tiene este mismo gusto. Tan pronto como es hecho partícipe de la naturaleza divina, puede decir cuando la leche pura de la Palabra está adulterada (aunque quizás no de la misma manera). Un cristiano piadoso (quien tenía el corazón mejor que la cabeza) una vez tuvo a su espíritu levantándose en contra de algo que escuchó en un sermón, pero no podía decir por qué. Posteriormente se le mostró que fue una doctrina muy corrupta.
Las Confesiones Nos Ayudan a Crecer en Salud
Una forma de las sanas palabras es especialmente aquella por la cual recobramos y ganamos salud y fortaleza, y por lo tanto nos desarrollamos bien. El recién nacido engorda y crece con la leche pura de la Palabra (1 Pedro 2:2). Es en el mal suelo donde las buenas plantas se mueren de hambre o se enferman. ¿Será una dieta saludable si los hombres (por lo demás sanos y fuertes) no prosperan con ella? Un buen árbol (nos dice nuestro Salvador) produce buenos frutos y lo mismo se puede decir de la buena doctrina. Aunque por la corrupción de los corazones de los hombres, la buena doctrina no siempre produce buenos frutos en sus vidas, no obstante, la mala doctrina naturalmente produce lo que es malo y abominable. Mas estimemos continuamente el alimento espiritual saludable. El hombre de Dios vive y crece por medio de este alimento y hace la voluntad de Dios alegremente. Como Elías (quien pasó cuarenta días y cuarenta noches fortalecido por lo que comió), el cristiano continúa fortalecido por este alimento a través del desierto de este mundo hasta que llega al monte de Dios. Un corazón sano disfruta y crece por la sana doctrina. Puesto que el hombre no vive sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, no es suficiente que estas sanas palabras tengan la aprobación del hombre. No sólo deben ser palabras aceptables sino que deben estar basadas en lo que Dios ha instituido, deben ser palabras de verdad, palabras de los sabios dadas por un Pastor.
Conclusión
Si esto es así, asegúrese de «retener la forma de las sanas palabras» (2 Timoteo 1:13). Como dijo Cristo a la Iglesia de Tiatira «lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga» (Apocalipsis 2:25). Asegúrese de retenerlo, tenga cuidado de que no se lo roben, pero esté seguro de que lo tiene. En varios pasajes (Apocalipsis 6:9 y Tito 1:9) el verbo retener significa que sujetamos la verdad tan firmemente contra toda oposición, que ninguna fuerza de hombre o del diablo puede arrebatarla de nosotros, sino que la conservamos en contra de todo.
La verdad es la prenda del cielo (2 Timoteo 1:14) que Dios nos ha confiado. Nuestras almas son la prenda (2 Timoteo 1:12) que le confiamos a Dios. Debemos ser tan cuidadosos con Su prenda así como queremos que Él lo sea con la nuestra. Tenga la seguridad de que seremos llamados a dar cuentas por esto y cuán grave será si somos como aquel que se describe en 1 Reyes 20:39-40.
Este es el legado que nos fue otorgado mediante nuestros antepasados piadosos, ¿no deberíamos tener el mismo cuidado de transmitirlo a nuestra posteridad (Salmo 78:3-4)? Los mártires lo han sellado con su sangre, ¿seremos culpables de ello mediante nuestra infidelidad? Esta es la mejor parte de la herencia de nuestros hijos, tal como lo fue la ley (Deuteronomio 33:4). Asegúrese de que nuestros antepasados no se avergüencen de nosotros y de nuestra posteridad en la resurrección por traicionar la verdad de Dios y nuestra confianza. «Retener» es el encargo para muchas de las iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3, tanto para la mejor como para la peor. El retener puede costarnos la contienda, pero si somos fieles en el conflicto, podemos estar seguros de la conquista.