De acuerdo con las principales figuras de la Iglesia de Inglaterra en las últimas semanas, la Iglesia debería perder sus exoneraciones de enjuiciamiento bajo la legislación de la igualdad. El Dr. Ison, el Decano de St. Paul, dijo: «Mi opinión es que si hay un precio que pagar por lo que crees en tu conciencia, entonces deberías pagarlo; no deberías hacer que otras personas paguen el precio de tu conciencia. Esto se aplica al aborto, a los asuntos de sexualidad y género y a todos los demás temas. Si es legal, decente y honesto pero no crees que sea correcto, entonces tienes que lidiar con ello». En otras palabras, debe haber una coacción legal sin tener en cuenta la conciencia. El Obispo de Buckingham ha apelado previamente a Romanos 13 y al requisito de estar sujeto a los poderes ordenados por Dios. Sin embargo, las Escrituras dicen que debemos obedecer a Dios antes que a los hombres cuando entran en conflicto (Hechos 5:29). ¿Cómo conciliar estos principios?
No seremos los primeros si terminamos enfrentándonos a una situación así. Además de aprender de los cristianos de otros países que se enfrentan a la interferencia del Estado, podemos recurrir a la sabiduría del pasado. John Livingstone tuvo que enfrentarse a este dilema junto con cientos de otros. El estado fue tan lejos como para expulsarlo por la fuerza de su congregación. Esto se debió a que no se sometió al control totalitario que Carlos II reclamaba sobre la Iglesia. Fue sometido a juicio, encarcelado y desterrado, así como sufrió pérdidas económicas. En su discurso de despedida a sus feligreses habló de nuestro deber en tales circunstancias y de cómo esto nos afectaría personalmente también. El siguiente escrito es un extracto actualizado.
No Debemos Negar a Cristo
Cristo insiste en esto: el hombre que lo confiesa a Él delante de los hombres, Jesucristo le confesará ante Su Padre. Por otro lado, porque muchos están dispuestos a encontrar extrañas maneras de salvarse a sí mismos, a sus recursos, a su vida (estas han sido un gran lazo para muchos), dice Él con mucha agudeza. El hombre que me niega delante de los hombres (dice Él) le daré la espalda y lo negaré delante de mi Padre.
¿Qué es lo más peligroso en toda la religión? ¿Cuál es la roca en la que muchos se han golpeado el cerebro? Es esta: Satanás los ha engañado y seducido para que nieguen a Cristo Jesús. En referencia al tiempo en que vivimos, es posible que algunos piensen que si se tratara de Cristo Jesús o de cualquier otro punto fundamental, nosotros lo defenderíamos. Daríamos la vida y todo lo que tenemos. Pero se cree que algunas cosas en las que se mantienen firmes los cristianos no son más que imaginaciones y escrúpulos excesivos, y si hay algo en ello, es sólo una tontería. ¿Arriesgará un hombre su condición ahora y en el futuro sobre tal pequeñez?
Si en realidad no son ningunas de las pequeñeces de Cristo, déjenlas ir. Pero si son las Suyas, ¿llamarías a eso una pequeñez? Sus pequeñeces son sumamente importantes. Nunca ha habido una prueba desde el principio del mundo, que durante el tiempo de la prueba, fuera una pequeñez. La Palabra fue muy clara y sigue siendo muy clara.
Debemos Honrar a Cristo como Rey
El oficio de rey y monarca de Jesucristo es cuestionado en la actualidad. El Estado hará que se realicen cosas específicas en tal manera y en tal momento. Ahora puedo decir sinceramente, en nombre de todos los siervos de Jesucristo, que estaremos listos, cuando la ocasión nos brinde la oportunidad de poner nuestras cabezas bajo sus pies y rendir todo el honor y el respeto que sea posible y requerido. Pero entonces, ¿por qué en estas cosas en particular no puede usted reconocer al Estado? Tome esta ilustración. Un embajador es enviado con un mensaje a un determinado país con estos términos: «Estarás sujeto al país en todos tus tratos y te comportarás con rectitud y honestidad. Deberás negociar allí según las instrucciones que te den». El príncipe del país propone algo y el embajador dice: «con su permiso, lo consultaré con las instrucciones que tengo de mi Maestro, no le haré daño a usted en absoluto». Consulta con sus instrucciones y descubre que no puede hacerlo de ninguna manera. «Entonces», le dice el príncipe al embajador: «usted será tratado de tal o cual manera». El embajador responde: «como usted guste». «¿Pero acaso no podría usted hacer tal o cual cosa?» «Yo no puedo», dice, «y como usted verá, mi encargo; no es privado, sino público, conocido y escrito, y puede ser leído por todos». [En otras palabras, la obediencia al gobierno civil está subordinada a la obediencia a la Palabra de Dios].
Es triste que Satanás, mediante cualquier instrumento que le plazca, por temor a unos cuantos días de vida y a medios externos, se imponga hasta el punto que le obedezcan cuando dice: «Ven, dame tu religión y tu alma, tu conciencia, tus votos y pactos con el Dios vivo, y te soltaré las amarras en lo que a la religión se refiere». ¡Señor, sálvanos de esto!
¿Qué Haremos?
Ud. dirá: «¿Qué haremos? ¿Cómo se pagarán las sanciones? ¿Cómo afrontaremos nuestros sufrimientos en tales pequeñeces? ¿Podremos mantenernos firmes en ese punto aunque nuestro corazón esté inquieto al respecto?» Puede ser que el momento y la providencia, cuando se acerquen, lo haga parecer algo muy diferente y bastante claro. ¿Acaso ha observado la providencia de Dios?
¿Qué haremos ahora? Contemplémoslo a Él y a la Palabra que hemos oído: «Velad y orad, para que no entréis en tentación». Y, de hecho, aquellos que trabajan para reformar su corazón y su vida, si hay alguna duda sobre algunos aspectos particulares, Él, a Su propio tiempo, los aclarará. Los cristianos tienen diferentes situaciones, algunos van y hacen tales cosas y otros no; ¿quién puede evitarlo? Es una plaga que es así; ha sido la plaga de la Iglesia durante todos estos años.
Conclusión
Alabado sea el Señor porque aquellos que no son grandes amigos de la obra de Dios no siempre son muy profundos en sus planes. Puede ser que tengan planes en algunos aspectos que no conocemos. Pero si tienen planes en ese sentido, nuestro Señor Jesús tiene Sus propios planes detrás, para descubrir y derribar los planes de ellos.
No podemos afirmar, si el Señor lo considera bueno, que Él nos pueda prolongar la libertad por un tiempo más. Algunos de nosotros hemos sufrido la pérdida de nuestro ministerio y de todo lo que teníamos en el mundo. Bendecimos a Dios hasta el día de hoy porque nunca tuvimos motivos para arrepentirnos, y esperamos que nunca lo hagamos. A todos los encomiendo a Dios y a la Palabra de Su gracia, la cual tiene poder para sobreedificarlos y darles herencia con todos los santificados.