“Mata el pecado, o el pecado te matará a ti”. Un duro par de alternativas. ¿Qué podría ser más urgente? Sin embargo, ¿cuánto pensamos, oímos o leemos acerca de matar al pecado? Esta es una de las citas más famosas de John Owen. Él destaca que se trata de un imperativo constante y cotidiano. «Estén siempre en ello mientras vivan. No cesen ni un día de esta obra». Las razones bíblicas que da se pueden resumir de la siguiente manera. El pecado que habita en nosotros nunca desaparece ni detiene su actividad. Siempre está buscando nuestra destrucción. Es también nuestro deber crecer en gracia y santidad cada día. Nuestra vida espiritual depende de matar al pecado.
Antes de que Owen pronunciara estas famosas palabras, fueron declaradas por Hugh Binning. No es necesariamente probable que Owen se hubiera percatado de esto. Aún así, ello muestra que los escritores y ministros escoceses se equiparaban a los grandes predicadores puritanos. Compartieron una profunda comprensión de las Escrituras y de la experiencia espiritual. El siguiente es un extracto actualizado de los sermones que Binning predicó sobre Romanos 8:13.
Matar el Pecado es la Autodefensa Espiritual
Binning apela a la ley natural de la autodefensa. Debemos tener miedo del «peligro infinito» que implica ser indulgentes con el pecado. El pecado es nuestro enemigo. La vida del pecado será su muerte y viceversa. Él sólo nos abraza para estrangularnos. Somos atenuados por sus efectos. Cuando nos tiene en su estrangulamiento, nuestra vida espiritual se queda sin aliento. Quiere apretarnos hasta la muerte. Por lo tanto, debemos comprometernos a matarlo. Él dice:
Sus pecados y lujurias a los que están inclinados y acostumbrados, ciertamente les matarán, si los entretienen [acomodan].
El amor propio, al menos, debería motivarnos a este deber. Incluso si no estamos persuadidos (como debemos estarlo) por el amor a Dios.
La naturaleza misma le enseñará la ley de la autodefensa, – a matar, antes de ser matado, a matar el pecado, antes de que le mate a usted, – a mortificar las obras y las concupiscencias de la carne, que abundan en medio de usted, o ciertamente le mortificarán, es decir, le harán morir.
Es verdad, y siempre lo será, que «la paga del pecado es la muerte». Como lo fue para Adán y Eva en el jardín. En su incredulidad, creían atractivas las promesas sobre el fruto prohibido. «Cada camino que elijan para cumplir los deseos de su carne, y para hacer provisión para ello, descuidando el bienestar eterno de sus almas, ciertamente probará ser para ustedes» el mismo. No cumplirá sus promesas, sino que «producirá la muerte, la separación eterna del alma respecto a Dios». Si entendiéramos todo esto tan bien como debiéramos, creeríamos que no le debemos nada al pecado más que «enemistad, odio y mortificación [dar muerte]». No podemos progresar espiritualmente sin eso. Haciendo eco de Romanos 8:13, Binning dice.
Si mortifican las obras de la carne, vivirán. A medida que el pecado decae, ustedes aumentan y crecen, a medida que los pecados mueren, sus almas viven, y eso será una promesa segura de vida eterna para ustedes.
Matar el Pecado es Doloroso
Binning reconoce que no hay nada de fácil en matar al pecado. Suena duro al principio. Los corazones de los hombres dicen: «Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?» De hecho, es duro para nuestra naturaleza corrupta. Las Escrituras lo describen como un gran esfuerzo y dolor, un gran tormento y trabajo.
Es doloroso. Pero también lo es amputar una parte del cuerpo con gangrena para evitar que la infección se propague. Nunca será un perdedor por darle muerte al pecado. Nunca se arrepentirá. Morir a nosotros mismos y al mundo, matar el pecado dentro de nosotros… abre camino a una vida escondida del mundo. Aun «una hora» de tal vida espiritual es mejor que miles de años de placer pecaminoso.
En la medida en que el pecado está más cerca de expirar, y más cerca de la tumba, sus almas están más cerca de esa vida sin fin.
Crucificar el pecado significa una muerte dolorosa y prolongada (Gálatas 5:24). Matar al pecado es «un gran dolor, pero es un dolor corto». El placer que resulta de ello es mayor. También continúa por más tiempo que el placer que nos ofrece el pecado. Al ser negligentes en matar al pecado, los cristianos sólo hacen que el dolor dure más tiempo. Permiten que «los cananeos vivan, y éstos son espinas y cardos en sus costados continuamente».
Matar el Pecado por Nuestra Cuenta es Imposible
Es interesante que Binning enfatice muchos de los mismos principios que Owen afirmó más tarde. Owen exhortaba a la «sinceridad universal». Esto significa que el creyente debe estar preparado para resistir y dar muerte a cualquier pecado. No sólo aquellos a los que no son particularmente propensos, o aquellos que más les molestan. «Opónganse imparcialmente contra todos los pecados conocidos», aconseja Binning. Ciertamente, también necesitamos identificar «los principales ídolos y las inclinaciones predominantes» del corazón. Debemos estar «particularmente en contra del pecado más amado, porque interrumpe» más la comunión con Dios. Le separa de su Amado. Cuanto más querido es el pecado para nosotros, más peligroso es para nosotros.
John Owen enfatiza lo siguiente como los dos principales medios para dar muerte al pecado. Actuar con fe acerca de la muerte de Cristo y confiar en el poder del Espíritu Santo. Hugh Binning también hace hincapié en ello. Él dice: vuelva la mirada al Cristo que ha ganado la victoria en nuestro nombre y mire a su alrededor ahora en busca de la ayuda del Espíritu Santo. Binning utiliza un juego de palabras memorable. Dice que dar muerte al pecado «será un trabajo perdido» si no estamos animados por estas consideraciones.
(1) Mirar a la Muerte de Cristo por la Fe
Cristo murió al pecado y vivió para Dios en Su resurrección. En esto Él estaba representando a los creyentes. Así, pues, podéis concluir con Pablo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado» (Gálatas 2:20). «Somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo» (Romanos 6:4). Considere esa unión con Cristo crucificado, y la vida brotará de Su cruz, de Su tumba, para matar el pecado en usted. Considere que el gran asunto ya está hecho, y la victoria se ha ganado en nuestra Cabeza: «Esta es la victoria, nuestra fe». Créalo, y luego vencerá antes de vencer, y esto le ayudará a vencer personalmente.
(2) Busque la Ayuda del Espíritu Santo
Mire a su alrededor al fuerte Ayudador que tiene, el Espíritu. Sólo podemos «hacer morir las obras de la carne» «por el Espíritu» (Romanos 8:13). Hay Uno que está involucrado en la guerra con nosotros y que nunca nos dejará ni nos abandonará. Él sólo retira Su ayuda de vez en cuando para exponernos a nuestra debilidad y aferrarnos más rápidamente a Él. Él nos guía a través de las debilidades, dolencias, desmayos y luchas. Su poder se perfecciona en la debilidad. Para que cuando seamos débiles, seamos más fuertes en Él (2 Corintios 12:9).
Nuestro deber es seguir a este Espíritu dondequiera que nos lleve. Un cristiano debe depender y estar subordinado al Espíritu de Dios. Preste mucha atención a su líder. Cada vez que el Espíritu le jale del corazón o atraiga su conciencia para conducirle a la oración u otros deberes, no se resista a ese jalón. No apague al Espíritu. Si descuida tales advertencias, entonces puede contristarlo, y esto no puede ser sino amargura para usted al final.
Ciertamente, muchos cristianos son culpables de esto. Se roban a sí mismos el beneficio de este liderazgo. Ellos avanzan muy lentamente y necesitan mucha presión y persuasión para comprometerse en cualquier deber. Debemos estar listos para obedecer al menor impulso.
A menudo resistimos al Espíritu Santo. Esto es peor. Él nos saca y nosotros nos aferramos a los pecados amados. Él jala, y nosotros jalamos hacia atrás, en los deberes más espirituales. Pero hay consuelo si se ha entregado verdaderamente a la guía de este Espíritu y se esfuerza sinceramente por seguirle. Anímense, si lamentan haber sido arrastrados hacia atrás o alejados u obstaculizados por la tentación y el pecado. Ustedes «son los hijos de Dios». Dios no da esta guía a nadie más que a Sus propios hijos. «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios». Aun cuando no sigan todos Sus impulsos a la perfección. Aunque a menudo usted se aleja o da la espalda, con todo, ¿no se apodera el Espíritu de su corazón?
Conclusión
Este es un tema extenso pero vital. Se podría decir mucho más. Pero necesitamos la práctica y no sólo la teoría. ¿Has comenzado a dar muerte al pecado? ¿Comenzará a hacer esto? ¿Será para usted una prioridad diaria?
Lecturas Adicionales
Si desea leer más acerca de darle muerte al pecado o la mortificación del pecado, aquí hay algunos buenos lugares por donde empezar. Quizás desee leer los sermones de Hugh Binning sobre Romanos 8:13. Son parte de una colección de sermones acerca de Romanos 8 llamados El Santuario de los Pecadores (The Sinner’s Sanctuary). Estos se encuentran a menudo en sus obras coleccionadas. En muchos sentidos, es probablemente más fácil de leer que John Owen. Sin embargo, el escrito de Owen sobre la mortificación del pecado no es tan difícil. Originalmente fue impartido como conferencias para adolescentes varones.
John Owen, Sobre la Mortificación del Pecado (On the Mortification of Sin). Lo encontrará en varios formatos en la Internet al buscarlo. Muchas personas lo han comentado y han intentado explicarlo, así como actualizar su lenguaje. Pertenece al volumen 6 de sus Obras impresas.
John Owen, La Mortificación del Pecado, la Naturaleza y sus Causas (Mortification of Sin, The Nature And Causes Of It). Este es un tratamiento diferente y más conciso del tema. Pero es al menos igual de útil y es como un resumen de lo anterior. Pertenece al Volumen 3 de sus Obras impresas dentro de una extensa pieza de escritura acerca del Espíritu Santo.
John Flavel, El Método de la Gracia (The Method of Grace) contiene una buena sección sobre el tema también.