Una afirmación provocadora, quizás. Sin embargo, escuchamos mucho uso casual del nombre de Cristo y demasiada palabrería acerca de conocer a Jesús. No es igual que conocer a un mero mortal y nunca deberíamos pretender poner a Cristo a ese nivel. Podemos tener un conocimiento verdadero y real de Cristo como persona, pero Él es infinito. Siempre hay más para conocer y descubrir no sólo acerca de Él, sino en Él. Eso debería inspirar un humilde asombro. Samuel Rutherford jamás dejó de hablar de Cristo, sino que siempre lo hizo de la manera más reverente, lamentándose por la poca cantidad de conocimiento adquirido. Es necesario que nos maravillemos junto a él ante un Salvador tan glorioso.
Rutherford dice que hay «una infinitud que es invisible e incomprensible» en Cristo. «En cuanto a cualquier conocimiento exhaustivo, no hacemos más que hablar y escribir nuestras suposiciones, nuestras aprehensiones lejanas y crepusculares de Él». Será la labor deleitosa de los santos para toda la eternidad explorar en la gloria de Cristo.
Aquí hay un obrar del evangelio durante toda la eternidad para los obreros glorificados (ángeles y hombres rescatados) a fin de excavar en esta mina de oro, para girar esta piedra preciosa y deleitosa al alma, para contemplar, ver, inquirir y explorar en Su excelencia. Esta es la saciedad, la cima y la plenitud de la gloria y la felicidad del cielo, contemplar, y nunca perder de vista, maravillarse, y nunca sobre-maravillarse de las virtudes de Aquel que está sentado en el trono; ser lleno, pero nunca saciarse de Cristo. ¿Acaso no debe ser entonces nuestro pecado, permanecer alejados de Cristo?
Rutherford tiene un tema similar en un sermón sobre Apocalipsis 19:12 «Y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo». El siguiente escrito es un extracto actualizado.
Introducción
Nadie conoce al Cristo infinito sino Él mismo. Ciertamente Cristo es un desconocido; aunque cada quien tenga a Cristo Jesús en su boca, con todo, no sabe lo que dice. Existen tres misterios en Cristo que no podemos conocer o entender perfectamente en esta vida.
1. El Misterio del Cristo Infinito
La infinita sabiduría, misericordia, bondad, amor y gracia en Cristo; las cuales los ángeles se maravillan y deleitan en contemplar. Acérquese a Cristo, y nunca alcanzará a ver hasta el fondo de Él. Ya ha visto la misericordia, una gran misericordia; y todavía queda más. El uno ha visto mucho de Cristo, el otro más; los ángeles que son agudos de vista han contemplado aún más; pero no, todavía queda infinitamente más.
Tan pronto como usted sostenga el mar en el hueco de su mano y atrape el viento con su capote, así de pronto logrará reunirlo a Él entero. Aun así, debe permanecer quieto ahí, maravillarse, y exclamar: «¡Oh gran Jesús, ¿quién puede o podrá profundizar en Ti?!”
2. El Misterio del Cristo Encarnado
¡Oh, cuán profunda es la obra de la encarnación de Cristo! ¡Dios y polvo unidos en matrimonio! ¡Cómo la sangre permanece en una unión personal con Dios! ¡Cómo subsiste la condición de hombre finito en Su personalidad infinita! ¡Y cómo la Deidad en la segunda persona, y no en la primera o la tercera, asumió nuestra naturaleza, y a pesar de ello sólo existe una Deidad en las tres! ¡Cómo permaneció la Deidad bajo la condición humana que fue herida, y la Deidad como un compañero ayudador le sostuvo, y a pesar de ello la Deidad no sufrió! ¡Cómo Jesús-Hombre murió y Jesús-Dios vivió, y permaneció en muerte Dios y hombre!
3. El Misterio del Cristo Entronizado
El tercer misterio es éste: qué nombre recibe Jesús por Su resurrección de entre los muertos, y cómo avanza la humanidad. Cristo sabe todo esto perfectamente; Él puede entender su propio nombre.
Usted hablará de cómo aprendió a medir la Tierra, contar las estrellas y estudiar sus movimientos; eso es un conocimiento profundo. Pero que Dios le ayude a que venga y contemple este desconocido nombre, Jesús, y le descubra si puede. Sé que no puede sin Él.
¿Dónde pondrá a Cristo? ¿Dónde conseguirá un asiento, un trono, una silla para Él? Nunca podrá ponerle demasiado alto. Si existieran diez mil veces diez mil cielos, y cada uno estuviera encima del otro, y Cristo fuera puesto sobre el más alto de todos ellos, aun así Él estaría muy abajo.
Conclusión
Oh, anhelemos la gloria, ese lugar donde podremos conocer Su nombre claramente y ver a Cristo cara a cara. ¡Oh, qué extraño que no anhelemos estar en el cielo, para ver a este Glorioso y Apuesto (si se me permite hablar así), un encanto en verdad, y para desempeñar el papel de hijos de Dios en el cielo! Entonces iremos y miraremos dentro del Arca. Se correrá la cortina, y veremos nuestra llenura de Cristo allí.