El lema «Amo a Jesús, pero no a la Iglesia» que se ha repetido con tanta frecuencia, ahora es una de las principales categorías en las encuestas. Se presume que cubre aproximadamente el 10% de las personas en los Estados Unidos. Esta mentalidad individualista consumista puede haber afectado negativamente el pensamiento más de lo que se refiere en esta categoría solamente. Ser consumidor irregular de la Iglesia es fácil, tomando lo que nos gusta y dejando el resto. Sin reconocerlo, a menudo nos quejamos cuando la iglesia no cumple con nuestras necesidades y expectativas. Por supuesto que hay dolores genuinos y luchas como en cualquier relación humana. Sin embargo, parece como si nuestra visión de la Iglesia se ha vuelto demasiado pequeña. Los lemas sobre no amar a la Iglesia pueden sonar absurdos y al mismo tiempo van enfriando nuestro amor por ella. ¿Aquellos quienes dicen amar a Cristo y a la Iglesia expresan ese amor de manera práctica?
Amar a la Iglesia no debe ser de palabra ni de lengua solamente, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:18). David Dickson saca algunas de estas lecciones al comentar sobre la segunda mitad del Salmo 122 en este extracto actualizado. Este es un Salmo que habla con gozo sobre una voluntad de adorar a Dios juntos. Jerusalén -el lugar donde se reunieron- estuvo marcada por la unidad, la estabilidad y el gobierno ordenado por Dios (versículos 3-5). Esta será una imagen de la Iglesia también -la cual se compara frecuentemente con Jerusalén en el Nuevo Testamento (Hebreos 12:22, Efesios 2:19, Gálatas 4:26).
Esta parte del Salmo 122 nos exhorta a todos a orar por la paz de Jerusalén, o la Iglesia Universal como representación de aquella. Como parte de esto, David Dickson explica algunos principios generales para amar de manera práctica a la Iglesia de Cristo. Debemos amar tanto a la Iglesia de Cristo como a Cristo, y debemos hacer esto de una manera incondicional.
1. Amar a la Iglesia Significa Orar para que Prospere
La Iglesia Universal debería ser querida por cada uno de sus miembros. Debemos orar por ella para que prospere: «Pedid por la paz de Jerusalén» (v6).
2. Amar a la Iglesia Significa Buscar su Bienestar
Nadie puede orar por el bienestar de la Iglesia con todo su corazón si no la ama. Nadie la amará y buscará su bienestar sin andar mejor para ella misma. Aquí se promete que aquellos que la amen prosperarán (v6).
3. Amar a la Iglesia Significa Defenderla
La Iglesia es una ciudad en guerra. Es como una ciudad amurallada situada entre enemigos, y no se puede confiar en los que están fuera, sino que deben ser vigilados constantemente. Jerusalén, como el tipo de la iglesia, era una sombra de esta con sus muros y torres. Ella debe tener paz dentro de sus muros (v7).
4. Amar a la Iglesia Significa Orar por su Paz
La paz dentro de la Iglesia no es menos necesaria que la prosperidad. Mientras la paz esté dentro de la Iglesia, no importa qué enemigos pueda tener fuera de ella. Por lo tanto, oremos para que la paz esté dentro de sus muros y la prosperidad dentro de sus palacios (v7).
5. Amar a la iglesia Significa Amar al Pueblo de Dios
Todos los miembros de la Iglesia militante deben amarse unos a otros como hermanos, como compañeros en la carencia y en la abundancia. La relación que tienen con un Padre (el Señor) y una Madre (la Iglesia Universal) significa que deben amarse unos a otros como hermanos y compañeros (v8).
6. Amar a la Iglesia Significa Hacer Todo lo que Podamos para Promover su Bien
La Iglesia es la casa del Señor, su morada en este mundo. Quien ama al Señor no solo debe amarlo internamente, sino también usar todos los medios efectivos para promover el bien de la Iglesia. Cada miembro fiel de la Iglesia debe hacer tanto por ella como esté a su alcance, lo máximo que su llamado le permita. Deben hacer todo lo posible para obtener la religión establecida, obedecer las ordenanzas de Dios, establecer la adoración pública, predicar verdaderamente la Palabra, administrar los sacramentos correctamente y ejercer el gobierno de la Iglesia de acuerdo con la Palabra de Dios. Esto es lo que el ejemplo aquí nos enseña, a buscar el bien de la Iglesia por amor de «la casa del Señor nuestro Dios».